Detector de infieles

No se sabe si el minero chileno al que todos agregan el calificativo de infiel era bueno en la cama con sus dos mujeres, pero está claro que si ese fuera el caso, este tipo realmente se merece una estrellita. Tener a dos –felices, complacidas y siempre dispuestas– no es tarea fácil. Requiere trabajo, creatividad y paciencia. Sospecho que quizá una de las dos era la afortunada, como suele pasar la favorecida es la otra.

Esta columna se escribió pensando en el famoso Yonni Barrios, el minero infiel, la nota anecdótica y hasta risueña –menos para la agraviada– del conmovedor rescate en la mina San José. No son pocos los que envidian a este tipo que regresó a su hogar después de 69 días, y hoy despierta en la casa de su amante, quien vive en la misma calle que su esposa oficial.

¿Cómo se detecta a los infieles? Vale la pena estar atenta, pues según el sondeo sobre sexualidad realizado para el Grupo de Diarios de América (GDA), seis de cada 10 latinoamericanos admite haber puesto los ‘cachos’ al menos una vez más a sus parejas. La encuesta vía Internet incluyó a más de 13 mil personas de 11 países.

Con ayuda de algunas víctimas tenemos un “detector’ de infieles:
- Llega cansado a casa y solo quiere dormir.
- Está especialmente preocupado por su apariencia personal, se mira al espejo, quiere cambiarse de look, compra ropa y pregunta todo el tiempo si está en forma.
- Si siempre tiró por todas partes su ropa interior, ahora se encarga de lavarla con mucha discreción.
- Si le pides sexo apenas puede una faena, y se muestra exhausto. Mucho trabajo, dice. Pero cuidado: hay hombres que rinden sin problemas, pese al desgaste con la otra.
- Siempre dijo tu nombre durante el acto sexual, pero ahora opta por el salvador “amor’.
- Él, siempre aburrido y sin creatividad en el lecho, ahora te sugiere “poses nuevas’. Te sorprende.
- Te dice que te ve descuidada, te pide que te arregles. (No es mala idea hacerlo).
- Te regala una prenda íntima (sí, él que nunca sabe nada de lencería).
- Regresa a casa perfumado.
- Está todo el tiempo mandando mensajes de textos por su celular o chequeando su correo electrónico.
- Cada vez que te acercas cuando está trabajando en la PC cierra las ventanas y se pone nervioso.
- Ya no encuentras facturas en su pantalón, y él –siempre olvidadizo con las cuentas– ahora está al día en los pagos.
- Se pone nervioso cuando hablan de alguna pareja que rompió por culpa de los “cuernos’ que puso el hombre.
- Manchas de maquillaje en su ropa (te dice que la secretaria o la cliente le dio un beso, pero nunca antes pasó).
- Apaga el celular cuando está a tu lado. Típica conducta de los domingos. Si no lo hace recibe llamadas equivocadas (sí, como en las telenovelas mexicanas).
- No responde tus e-mails, pese a que antes lo hacía.
- Borra el historial de páginas visitadas en Internet.
- Está de mal humor o aburrido. Le preguntas qué tiene y responde: “El trabajo”.

ELLAS ENGAÑAN MEJOR. Para algunas especialistas y para no pocos machos cachudos, las mujeres son más inteligentes para poner los cuernos, por lo que resultan más difíciles de sorprender. Pero eso quizá no sea lo peor. Lo dramático –para la pareja, claro– es que la dama de falda muy corta, como llamaría Sabina, tiene tendencia a desarrollar un vínculo amoroso con el otro. Es decir, el asunto no queda solo en sexo.

Silvia Fittipaldi, autora del libro 2+1=engaño, sostiene que el varón puede disociar fácilmente entre afecto o amor y sexo. La mujer, en cambio, “no lo vive como algo tan sencillo”.

Las féminas, dice la especialista en cuernos, somos más románticas, culturalmente. “Una mujer puede querer tirarse una cana al aire, pero está más expuesta a enamorarse que el varón. Por eso, yo creo que la infidelidad femenina es más peligrosa que la masculina, pone más en riesgo una relación”.

Y acota Fittipaldi: “Esto no significa que el varón deba tener luz verde para la infidelidad, pero siempre se les ha enseñado que están para conquistar y esas enseñanzas y esos permisos de otro tiempo siguen haciendo que el hombre crea que puede tener una aventura sin demasiados problemas. Aunque la culpa siempre acecha”.

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