Pero la adicción a este juego supera a la red social. Un gran número de fanáticos se reúne en Internet para comparar sus ganancias, mostrar qué cultivos darán más resultados y de qué forma es más fácil acumular bienes. “No puedo salir con ninguno de mis amigos sin hablar de manzanales y campos de arroz”, dice una estudiante de la Universidad de California en Riverside, en un mensaje electrónico.
El juego es bastante sencillo. El usuario recibe un terreno y semillas para plantar, recoger y vender a cambio de dinero virtual. A medida que se va acumulando riqueza, se puede comprar nuevas cosas, que van desde semillas de arroz hasta elefantes y globos aerostáticos.
Pero Farm-Ville – así como Los Sims y los Tamagotchi – se convierte pronto en una tarea interminable. Hay que recoger las cosechas a tiempo, ordeñar las vacas y cumplir con obligaciones sociales, como intercambiar regalos y abonar las calabazas del vecino. “Lo primero que hago cuando me levanto por la mañana es cosechar, y vuelvo a hacerlo a las 10 de la mañana, a mediodía, por la tarde y finalmente antes de acostarme”, cuenta un usuario.
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