Los miedos del niño, cómo ayudarlos

La sobreprotección o hacer sentir a los hijos culpables de su cobardía son dos actitudes muy negativas que pueden agravar el problema.

Los miedos infantiles son inevitables y siempre habrá niños más impresionables que otros, pero la mayoría de ellos suele superar sus temores de forma natural.

A muchos padres, sin embargo, les cuesta entender por qué su hijo tiene auténtico pavor a tirarse por un tobogán y, por el contrario, no duda en acercarse a los enchufes de la casa a pesar del peligro que ello conlleva. La explicación está en que el miedo cumple una función de protección.

Probablemente el niño no se acerque al columpio porque ha tenido una mala experiencia anterior -una caída, por ejemplo- o porque ha visto perder el equilibrio a un amigo suyo. El enchufe sólo le asustará si, por desgracia, algún día lo toca y le da calambre.

Hay miedos que son comunes en casi todos los menores y que aparecen y se van en función de la edad: a la oscuridad, a los animales, a los ruidos fuertes, a las tormentas, a los seres imaginarios, a separarse de sus padres, al colegio...

Pero, además de estas potenciales fuentes de temor, hay otras propias de cada niño que están relacionadas con sus vivencias particulares y también con la educación que hayan recibido. Por eso algunos no tienen reparos en acercarse a un perro y otros no quieren ni verlos. Sólo debemos preocuparnos si estos miedos perduran.

Según Francisco Xavier Méndez, catedrático de la Universidad de Murcia, España, y experto en los tratamientos psicológicos en la infancia, “no hay que cobijarlos siempre y lo último que hay que hacer es recordarles que son unos miedosos o compararles con otros niños más valientes”.

Ir al colegio = Alejarse de la casa

También el colegio produce en ocasiones una reacción de desasosiego entre los más pequeños y algunos incluso emplean todo tipo de excusas para quedarse en casa. “Se quejan de dolores y enfermedades, se comportan de forma negativa y rebelde, no se lavan, no desayunan, esconden la mochila, manchan el uniforme...”.

La asistencia a la escuela, explica Méndez, supone el alejamiento de los seres queridos durante unas cuantas horas, por lo que muchos niños con miedo a la separación se niegan a ir a clase. «En otros casos -agrega-, la actitud firme de los padres consigue que las protestas infantiles se diluyan y que el crío se acostumbre a acudir a la escuela normalmente».

Premiarles

Es importante que los padres premien de alguna manera los actos de valentía de sus hijos, porque ello les incentivará y hará que pierdan sus temores gradualmente.

Pero siempre hay excepciones. Según el psicólogo, si una pareja comprueba que su hijo está en permanente sufrimiento y malestar por un miedo a algo determinado, no debe dudar en llevarle a un especialista para que le ayude a superarlo.

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