Si bien el líder -que lleva 30 años en el gobierno- afirmó en la noche del jueves que delegaba "parte del poder" a Omar Suleiman, su discurso no conformó a la multitud, que esperaba una renuncia concreta.
Después de mostrar su descontento con su calzado en alto -señal de desprecio en el mundo árabe-, pasaron la noche acampando entre la desilusión y la furia mientras planeaban una nueva jornada de lucha.
"(Mubarak) Insultó a los abogados, a los jueces, a los camioneros, a toda la población egipcia, desde los trabajadores a los granjeros, los pobres y los ricos. Nadie en Egipto desea que este régimen continúe, salvo aquellos que se beneficiaron directamente del él", dijo esta mañana Zakariya Ganayni, un ex policía militar que amaneció en Tahrir.
En el mismo tono, el descontento popular se expresó en la marcha hacia el palacio presidencial y el bloqueo de rutas, ya que hace dos días que las ciudades del interior de Egipto se suman a las protestas y marchan sobre el centro neurálgico del país.
Mientras tanto, el clima de tensión reinante desafía cada vez más la paciencia del ejército, cuyo comando supremo se reunió para evaluar la situación y emitió un comunicado en el que afirma que garantizará el proceso de reformas -esto es, el plan anunciado por el presidente Mubarak- para que se celebren elecciones libres y limpias, y se construya una sociedad democrática.
Sin embargo, una vez más quedaron en medio de los reclamos del pueblo, al que afirman acompañar, y las presiones gubernamentales, que le exigen obediencia y control de la situación.
"Egipto va a explotar. El Ejército debe salvar al país", había alertado ayer por la noche Mohammed El Baradei. El premio Nobel de la Paz puso en claro lo que espera la oposición de parte de los uniformados. Sus jefes fueron forzados a elegir entre la subordinación al gobierno actual y el reclamo popular, que los insta a ejecutar un golpe de estado "blando" y les pide que lideren la etapa de transición hacia un nuevo paradigma político.
Ante esa perspectiva, la masividad de la protesta de hoy contra el plan, en el que parecen estar de acuerdo gobierno y ejército, plantea un escenario de enorme incertidumbre, con un inquietante horizonte de nuevos enfrentamientos y consecuencias impredecibles.
La primera reacción de los manifestantes fue increpar a las fuerzas armadas que se encontraban custodiando el palacio presidencial, representadas por un coronel que leyó el comunicado de apoyo a las reformas gubernamentales.
"Ustedes nos han decepcionado, ustedes eran nuestra esperanza", gritó, mientras la multitud comenzaba a corear consignas pidiendo que Mubarak fuese juzgado. Uno de ellos arrebató el micrófono al oficial para condenar esa actitud.
"No, no, esto no es un golpe", protestó el coronel, insistiendo en que el ejército no tomaría el poder, sino que se esforzaría en garantizar que la voluntad popular se reflejase en el programa del régimen civil.
Según reportes de la agencia AFP, testigos afirmaron que tres soldados abandonaron un tanque para sumarse a los manifestantes y sus cánticos pidiendo la dimisión de Mubarak.
El Consejo Supremo militar también comunicó que pondrá fin a la Ley de Emergencia, vigente en el país desde 1981, "inmediatamente después de que se termine la situación actual" y que no perseguirá a los "honorables (ciudadanos) que rechazaron la corrupción y pidieron las reformas".
Después de mostrar su descontento con su calzado en alto -señal de desprecio en el mundo árabe-, pasaron la noche acampando entre la desilusión y la furia mientras planeaban una nueva jornada de lucha.
"(Mubarak) Insultó a los abogados, a los jueces, a los camioneros, a toda la población egipcia, desde los trabajadores a los granjeros, los pobres y los ricos. Nadie en Egipto desea que este régimen continúe, salvo aquellos que se beneficiaron directamente del él", dijo esta mañana Zakariya Ganayni, un ex policía militar que amaneció en Tahrir.
En el mismo tono, el descontento popular se expresó en la marcha hacia el palacio presidencial y el bloqueo de rutas, ya que hace dos días que las ciudades del interior de Egipto se suman a las protestas y marchan sobre el centro neurálgico del país.
Mientras tanto, el clima de tensión reinante desafía cada vez más la paciencia del ejército, cuyo comando supremo se reunió para evaluar la situación y emitió un comunicado en el que afirma que garantizará el proceso de reformas -esto es, el plan anunciado por el presidente Mubarak- para que se celebren elecciones libres y limpias, y se construya una sociedad democrática.
Sin embargo, una vez más quedaron en medio de los reclamos del pueblo, al que afirman acompañar, y las presiones gubernamentales, que le exigen obediencia y control de la situación.
"Egipto va a explotar. El Ejército debe salvar al país", había alertado ayer por la noche Mohammed El Baradei. El premio Nobel de la Paz puso en claro lo que espera la oposición de parte de los uniformados. Sus jefes fueron forzados a elegir entre la subordinación al gobierno actual y el reclamo popular, que los insta a ejecutar un golpe de estado "blando" y les pide que lideren la etapa de transición hacia un nuevo paradigma político.
Ante esa perspectiva, la masividad de la protesta de hoy contra el plan, en el que parecen estar de acuerdo gobierno y ejército, plantea un escenario de enorme incertidumbre, con un inquietante horizonte de nuevos enfrentamientos y consecuencias impredecibles.
La primera reacción de los manifestantes fue increpar a las fuerzas armadas que se encontraban custodiando el palacio presidencial, representadas por un coronel que leyó el comunicado de apoyo a las reformas gubernamentales.
"Ustedes nos han decepcionado, ustedes eran nuestra esperanza", gritó, mientras la multitud comenzaba a corear consignas pidiendo que Mubarak fuese juzgado. Uno de ellos arrebató el micrófono al oficial para condenar esa actitud.
"No, no, esto no es un golpe", protestó el coronel, insistiendo en que el ejército no tomaría el poder, sino que se esforzaría en garantizar que la voluntad popular se reflejase en el programa del régimen civil.
Según reportes de la agencia AFP, testigos afirmaron que tres soldados abandonaron un tanque para sumarse a los manifestantes y sus cánticos pidiendo la dimisión de Mubarak.
El Consejo Supremo militar también comunicó que pondrá fin a la Ley de Emergencia, vigente en el país desde 1981, "inmediatamente después de que se termine la situación actual" y que no perseguirá a los "honorables (ciudadanos) que rechazaron la corrupción y pidieron las reformas".
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